Melilla es una ciudad española situada en el norte de África, rodeada por un país extranjero: Marruecos, y por el mar Mediterráneo. Este hecho implica una discontinuidad territorial de la ciudad con respecto al resto de la nación española, lo cual conlleva una de sus características intrínsecas más definitorias: Es una ciudad fronteriza entre dos países, España y Marruecos.
No es extraño, por consiguiente, que las actividades económicas radicadas en ambos lados de la frontera tradicionalmente se hayan especializado en el intercambio de bienes y servicios entre los residentes en ambas partes de la misma, en el caso de Marruecos para abastecer a la población de Melilla de alimentos y productos básicos de calidad provenientes del entorno fronterizo, así como de mano de obra no especializada para cubrir la demanda de trabajo; y, en el caso de Melilla, para proveer bienes elaborados y servicios de todo tipo al entorno marroquí.
Estos intercambios se han venido sucediendo desde tiempo inmemorial en beneficio de las poblaciones de ambas partes; y así ha sido hasta que, en primer lugar, Marruecos decidió, a finales de julio de 2018, prohibir unilateralmente el tráfico comercial reglado de exportación de bienes desde la parte española a través de la frontera en Beni-Enzar. Más adelante, a mediados de marzo de 2020, y aprovechando las medidas de confinamiento del COVID-19, se produjo un cierre fronterizo total, salvo muy contadas excepciones, en la frontera entre los dos países.
Sin embargo, cuando la situación sanitaria empezó a controlarse a finales de ese año, Marruecos aprovechó para prorrogar indefinidamente el cierre total fronterizo, que implicó, en su vertiente económica, la imposibilidad de que siguiesen manteniéndose las actividades económicas tradicionales de intercambio fronterizo y la prestación laboral de trabajadores fronterizos, agravando las consecuencias de la crisis económica derivada de la pandemia en ambas zonas de la frontera.
Este cierre total ha perdurado hasta el día 17 de mayo de 2022, en el que se produjo una apertura, si bien aún parcial e incompleta, puesto que no se abría la aduana comercial – cerrada desde agosto de 2018 – y se prohibía el régimen de viajeros a través de la frontera entre España y Marruecos.
Este cierre parcial, impuesto por Marruecos implicaba persistir en la ruptura de tales intercambios comerciales, lo cual ha llevado en Melilla a una disminución muy significativa en la actividad de la hostelería, el comercio minorista y otros servicios.
Tales impactos han sido amortiguados por una ingente cantidad de ayudas públicas: principalmente del Estado, bajo diferentes formas; pero también de la Unión Europea, o de la propia Ciudad Autónoma, que ha implementado numerosas ayudas e inversiones con sus propios recursos e incluso recurriendo al endeudamiento externo a largo plazo para financiarlas.
Ambas situaciones superpuestas han puesto de manifiesto las numerosas debilidades que presentaba nuestra economía y nos ha llevado a conocer mejor las amenazas que se ciernen sobre nuestro futuro; pero, a su vez, han servido para que descubramos que tenemos fortalezas sobre las que sería posible apalancar nuestras posibilidades para un futuro de éxito; y también para determinar que existirían oportunidades, algunas hasta ahora inexploradas, hacia las que podríamos dirigir nuestra atención y recursos para generar un futuro más próspero para la ciudad y nuestros ciudadanos.
A principios de este año 2023, parecía que habían señales tendentes a indicar que los tráficos de personas y mercancías, en ambos sentidos, en las fronteras de Melilla iban a empezar a normalizarse poco a poco, a partir de la celebración de una Reunión de Alto Nivel entre España y Marruecos celebrada, tras varias cancelaciones, a principios de febrero del presente año. Sin embargo, el resultado de la misma, al menos para Melilla ha sido un auténtico bluff, puesto que a finales de año aún se desconocen los acuerdos en cuanto a esta materia y, por tanto, no se conocen las fechas y, lo más importante, el formato definitivo bajo el que quedarán definidas estas relaciones fronterizas, que están tardando en retomarse mucho más de lo inicialmente previsto.
El formato definitivo para las relaciones fronterizas entre España y Marruecos a través de Melilla, deberá determinar las reglas para el desenvolvimiento de tales relaciones fronterizas entre España y Marruecos, tanto en términos de tránsito de personas, especialización de los puestos fronterizos, formalidades exigibles, especialidades para trabajadores fronterizos y turistas, y posibles restricciones y limitaciones, así como la forma de instrumentación de un régimen de viajeros y el movimiento formal de mercancías.
Cabe decir que, en función de tal formato final, el tráfico fronterizo de personas y mercancías podrá tener una mayor o menor incidencia en la recuperación económica de la ciudad y, por consiguiente, servirán para determinar, en primera instancia, las necesidades de reconversión sectorial de empresas y trabajadores; así como la urgencia en iniciar nuevos caminos para que sirvan para explotar las potencialidades de nuestra ciudad.
En cualquier caso, y sea cual sea el formato que sea definido para las relaciones fronterizas, es indudable que debería tener, como cualidad indispensable, la de ofrecer la seguridad jurídica básica e indispensable para que los ciudadanos y agentes económicos de ambos países, y de otros que la puedan utilizar, desarrollen sus relaciones personales y comerciales bajo reglas conocidas y exigibles y lejos de arbitrariedades de cualquier tipo. Estas reglas, por otra parte, deberían de compartir unas características mínimas con respecto a cualquier frontera española y europea.
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